Calle Maria Cristina, antes Mercado Nuevo

COMERCIOS Y TIENDAS DE CIUDAD REAL EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

CALLE MARIA CRISTINA, ANTES MERCADO NUEVO

La antigua calle de Mercado Nuevo es una de las que da acceso a la Plaza Mayor. Su nombre actual es de Maria Cristina, en recuerdo de la Reina de España, y con cuyo nombre se rotuló allá por los años veinte hasta nuestros días, con la sola excepción del período de República y guerra civil -1931-39-, en que volvió a tener el antiguo de Mercado Nuevo. Es esta corta calle una de las de mayor tránsito de peatones y vehículos de Ciudad Real, pero sobre todo de los primeros, pues no en balde han de pasar por ella quienes acceden a la Plaza procedentes de las calles de la Cruz, Calatrava y Toledo, que como se ve constituyen una buena parte de la ciudad. Por esta razón la calle de Mercado Nuevo o de María Cristina ha sido siempre eminentemente comercial.

Iniciamos el recorrido por el número 2, acera de la derecha saliendo de la Plaza. Recordamos en este primer inmueble la acreditada confitería "La Deliciosa", que era propiedad de los hermanos Bermúdez. Cayetano, hombre serio y circunspecto, se hallaba al frente del establecimiento, en el que tuvo muchos años como dependiente a Lorenzo García, a quien sus amigos llamaban cariñosamente "El Diptero '. El otro hermano, José, más conocido por Pepe "El Guapo", por su gran prestancia, estaba a cargo del obrador, en la calle del Cardenal Monescillo, frente al callejón del Huerto. Todas sus especialidades de confitería gozaban de fama por su extraordinaria calidad, pero destacaban principalmente los tocinillos, las capuchinas y los merengues, que se podían adquirir, estos últimos, por un patacón, o sea una moneda de diez céntimos de cobre, a la que se decía también un "perro", como a los cinco céntimos se le llamaba una "perrilla". Famosas eran también sus tartas o tortadas, de rico bizcocho y merengue como adorno, que se utilizaban mucho en las bodas y onomásticas. Sucesores de Cayetano Bermúdez -Pepe había muerto años antes- fueron sus dependientes Ángel González y Urcisino Lorenzo, quienes después de buen número de años traspasaron a su vez el establecimiento a su actual propietario Antonio Moreno Cid-Garrido, que ampliar el negocio con otras tiendas y un gran obrador.

En el número siguiente, el 4, nos encontramos en la actualidad con la "Perfumería Juanito", propiedad del popular Hermenegildo García, hombre de gran simpatía con las señoras y jóvenes. Este veterano comerciante, uno de los más antiguos de la capital, tuvo en su juventud gran afición por el ciclismo, en unión de otro joven muy popular igualmente en los años diez y veinte, Luis Bermejo, con quien solía organizar viajes en bicicleta, que entonces hacía furor entre la juventud. Pero la afición principal de "Juanito", como se le conoce por muchos al amigo Hermenegildo, ha sido la caza, en la que ha conseguido notables éxitos frente a las mejores escopetas. El primitivo dueño del establecimiento fue Saturío, luego Casa Genaro y posteriormente su viuda, hasta llegar al actual. En tiempos existió en dicho inmueble un heradero, por ser casa de labor que perteneció a doña Joaquina Ochotorena, dama que viviera muchos años en la calle de Calatrava y que emparentó con don Saturnino Sánchez Izquierdo.

En la misma finca estuvo muchos años la camisería de Próspero Pavón y también la acreditada Casa Ruiz Morote, de librería, papelería, óptica, etc., que aún sigue abierta al público, y que anteriormente estuvo en el número 4 de la calle de Calatrava, siendo conocida por doña Casimira, que atendía personalmente el negocio. Por los años veinte ocupaba estos locales de la calle de María Cristina el establecimiento de tejidos de Pepe Calero, que fue saqueado en la revuelta del año 1920, y con posterioridad lo tuvo Emiliano Casajús.

Pasada la calle de la Cruz, en el otro tramo de la misma acera, estuvo muchos años el establecimiento de comestibles "La Bola de Oro", propiedad de Ernesto Ruiz Sánchez, traspasado luego a Calzados "La Alicantina" y más tarde a Sastrería "Madrid", y en la misma esquina donde ahora se halla el acreditado "Tinte Madrid", propiedad del conocido industrial Virginio Herrera, estaba la papelería-librería de Pedrero, que vendía toda clase de artículos, sin que faltasen las bolas de cristal, que costaban diez céntimos. Luego se estableció allí la administración de Loteria núm. l, única por aquel entonces en Ciudad Real, propiedad de don Alberto Ruiz, de Fernancaballero, y que regentaba la popular Sofía López, gruesa y simpática a carta cabal.

Llegamos a la casa número 8, en la actualidad con cuatro plantas, tras demolerse el antiguo inmueble por los años veintitantos, a últimos de la década. Pero cuando solo tenia bajo y principal, como buen número de ellos, en los años 14 ó 15, en plena guerra europea, estaban allí establecidos los Almacenes de Policarpo Núñez, en donde se vendían, aparte muchísimos otros artículos, caramelos que tenían envueltas con alusiones a la guerra del 14, con figuras de los jefes de Estado, mariscales y generales y diversas y grandes figuras políticas de la época. Posteriormente sucedieron a los Almacenes Núñez los Almacenes "El Capricho", donde había de todo lo relacionado con la mercería en gran escala y cuyos dueños y fundadores fueron don Joaquín Rico y don Amando AIcantud, comanditados por una gran firma de Albacete, de cuya provincia eran naturales.

En el piso principal, en la segunda década del siglo, estuvo instalada la Redacción y Administración del diario "El Pueblo Manchego", que posteriormente se trasladaron a la calle de Calatrava. Lo dirigía por aquel entonces don Benito Valencia, siendo su sucesor don Francisco Herencia Mohino, joven y notable abogado que contrajo matrimonio poco después con una distinguida dama ciudarrealeña de la familia Oliva, y que luego fue muchos años director de la sucursal del Banco Español de Crédito, y alcalde de Ciudad Real en 1925. En otra vivienda del mismo piso principal tenía el taller de sastrería Jonás Sánchez, sargento de Artillería y acreditado maestro especializado en uniformes militares y muy principalmente en vestir a los cuotas, como se llamaba a los soldados que voluntariamente pagaban a la Hacienda una determinada cantidad de dinero a cambio de que fuera más breve su servicio militar. En la actualidad ocupan los bajos comerciales de este edificio los Almacenes Peñalta y el establecimiento Radioga, ambos muy surtidos en sus respectivas especialidades.

Y llegamos al número 10, en el que estuvo muchos años la farmacia del licenciado don Rafael Lamano. Por aquel entonces -estamos refiriéndonos 10 y 20 sobre poco más o menos- había solamente cinco o seis despachos de la especialidad farmacéutica en la capital, alguno de ellos en la misma calle, que entonces no se había legislado todavía sobre la separación que debía existir entre una y otra farmacia, no sólo para evitar la competencia sino en beneficio del propio público.

La botica de Lamano, como se la siguió conociendo no pocos años después de que fuera traspasada al licenciado don Evaristo Martín Freire, pues ya es sabido lo difícil que resulta al público acostumbrarse a un cambio de nombre o denominación, era famosa por la tertulia que se mantuvo en su rebotica durante bastante tiempo y que estaba integrada por personalidades de la capital: el general Aguilera, en sus repetidas visitas a liudad Real, siempre pasaba buenos ratos en la concurrida tertulia. No faltaban a ella los hermanos Pérez Molina; don Lorenzo, don José y el que más tiempo sobrevivió, don Miguel, alcalde que fue de la capital en los años 1912-13, senador del Reino y comendador de la Orden de Alfonso XII, distinción muy merecida por cierto, dada su gran labor educacional como fundador y director de la Academia General de Enseñanza, en la calle de Caballeros, donde hoy se halla el Museo Provincial. Concurrían también a la tertulia don Francisco del Aguila, presidente de la Audiencia, y don Diego Carrión, que lo fue años después; don Gabriel de la Escosura, fiscal de la Audiencia, de probado prestigio en el cargo; don Joaquín Menchero, hombre muy popular en el mundo taurino por su gran amistad con el diestro "Joselito", y a quien se le conocía en Madrid por "El Alfombrista", ya que tenia un establecimiento de venta de alfombras en la Carrera de San Jerónimo, era punto fuerte en la tertulia siempre que se hallaba en Ciudad Real, donde adquirió también gran popularidad como hermano mayor de la Cofradía del Santo Sepulcro pues con los beneficios del festival que toreara el malogrado diestro de Gelves, se adquirió un gran farol que había de llevar entre cuatro hombres en la procesión del Santo Entierro, en la tarde del Viernes Santo, aparte traer de la guardarropía del Teatro Real, trajes de soldados romanos en gran número, que eran vestidos por artilleros del Regimiento aquí de guarnición. Todavía pueden verse en una película de la Semana Santa rodada en los años veinte.

Otros contertulios eran el abogado don Julián Arredondo, prestigioso y elegante, que tuvo a su cargo la difícil defensa de los encartados y tristemente célebres Borgueta, Cañamón, Bolaños y "El Portugués"; don José Gerez Carrascosa, bondadoso catedrático de matemáticas en el Instituto de la calle de Caballeros; don Rafael Cárdenas del Pozo, secretario de la Diputación y senador del Reino; don Jesús Muñoz, interventor de la citada Corporación; don José Maria Rueda, don Félix García Ibarrola, don José Antonio Sauco -tradición seguida luego por su hijo en años mucho más recientes-, don Delfino Colorado, corredor de Comercio; don Alvaro Muñoz y el cura Cañizares, como se conocía a don Lorenzo, que fue muchos años profesor del Seminario, y como beneficiado de la Santa Iglesia Priora], sacristán mayor y maestro de ceremonias.

La "compañía de morteros" de esta famosa botica se hallaba en esas fechas a cargo del joven y simpático Rafael Mateo, fallecido en los años setenta, y que era gran aficionado a la fiesta nacional y entusiasta defensor de los fenómenos del día frente al clasicismo de las llamadas figuras. Para terminar esta amplia referencia a la pequeña historia local, reproducimos un verso breve cuyo autor fue muy popular en la materia, referido a la mencionada tertulia:

La botica de Lamano

gran centro de reunión,

donde se cortan los trajes

de toda la población.

Era natural que con tan nutrida concurrencia se hablara de lo divino y de lo humano y que cualquier suceso de la más varia índole, sobre todo político, fuera ampliamente comentado, como después sucediera en las tertulias del desaparecido Casino de la calle de Caballeros y ahora en las de determinados bares y pub, sin que queramos señalar.

En la casa siguiente, esquina ya a la calle de Calatrava, tenía el estanco Ramón Maldonado, muchos años allí establecido, como muchas eran las marcas de libritos de papel de fumar, pues por aquel entonces no existía casi el cigarrillo liado. Recordamos las de "El Cazador", "La Alegría", "El Corsé", "Bambú", "Abadie", "Indio Rosa", "Jeán" y más tarde la marca "Smoking", que aún subsiste. También en este estanco, aunque no había mucho espacio para ello, había varios contertulios. Y terminaba la calle en la acera de los pares con la popular y acreditada ferretería de Eduardo Salas, que traspasó más tarde a la Vda. de Marino Fernández Bravo.

Citada ya la farmacia de Calatayud en la acera de los impares, empezamos por el número 3, donde estuvo instalado un salón de limpiabotas de los hermanos Díaz, uno de ellos fallecido por el año 1969 y que fue muchos años conductor de la Empresa AISA. Estos hermanos eran hijos de Martín, conocido zapatero por entonces, que murió víctima de accidente de automóvil en el puente de Santa María, sobre el río Guadiana, en la carretera de Picón, con otros ocupantes del vehículo.

Seguidamente se hallaba la guarnicionería de Contado y la corsetería de "El Catalán", así como varios años se trasladó allí "El Capricho", mientras duraron las obras de construcción del actual edificio número 8, en la misma calle. Otros establecimientos fueron los de confecciones para señora de Juan Manuel Segura, la droguería de Ignacio Navarrete, en los últimos años de la década de los veinte, la zapatería de Aniceto Claros y hoy el moderno establecimiento Casa Navarrete, dedicado a óptica, discos, electrodomésticos, etc., propiedad del hijo mayor de Ignacio, Juan. Muchos años estuvo también en dicho edificio el establecimiento de Calzados Serrano, hoy Calzados "El Brillante", y la sombrerería del almagreño Cañizares, hoy de Sánchez Pastor.

Finalizamos la calle con la Farmacia Moderna, de la que es titular don Angel López Pérez, y que fue fundada por su padre, don Contado, una de las más populares desde hace muchos años entre los adquirentes en el despacho de las recetas médicas, que por aquellos años hacían trabajar de firme a los boticarios y a sus ayudantes. Precisamente el recién citado Ignacio Navarrete lo fue muchos años de la farmacia de don Contado, hasta que se estableció.