Palacio de la Diputación Provincial de Ciudad Real

Datos del edificio

Tipo de Monumento: Edificios

Periodo: Siglo XIX

Dirección: Calle Toledo, 17

Horario: Martes a viernes (no festivos) de 9 a 20h. Visitas guiadas. Entrada libre.

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Palacio de la Diputación Provincial de Ciudad Real

La Corporación Provincial de Ciudad Real encargó en 1889 al Arquitecto Sebastián Rebollar el proyecto del Palacio Provincial, cuya construcción concluyó en 1893.

La joven Institución, instalada en la Provincia en 1835 y sin sede propia desde entonces, necesitaba un nuevo edificio-emblema que singularizara su función de representante del Estado en la provincia, cuya importancia urbana fuera superior a la de otros edificios representativos de la ciudad.

Siguiendo la pauta que desde la mitad del siglo marcaba el eclecticismo tipológica, el arquitecto concibió el edificio destinado a la representación ciudadana en una clave clasicista que tradujera su función, facilitando su identificación. Diseñó un espacio simétrico y axial que tipológicamente partía del Palacio de la Nobleza, solucionando un solar complejo para cubrir las necesidades funcionales encomendadas. En el edificio dispuso un repertorio ornamental austero de filiación clasicista, cuya aplicación exterior se correspondía con la mayor o menor cualificación funcional de los espacios interiores.

Entre el edificio proyectado y el construido había diferencias notables que venían a solucionar necesidades de índole representativa, que la Corporación burguesa demandaba tácitamente y que el «contenido• proyecto de Rebollar no llegaba a satisfacer. Un edificio más alto que la contigua iglesia de la Merced, y más imponente que el cercana Consistorio, con mejores materiales en la fachada, cubierto en su tramo central por una cúpula y un Salón de Plenos más amplio, son reformas ejecutadas por el arquitecto sobre la marcha en un proceso de adaptación a las necesidades representativas del cliente y de aquilatamiento de su «singularidad».

Pero será la nueva decoración interior la actuación que más caracterizó al Palacio y la fórmula más idónea que se adoptó para explicitar la función del edificio como sede de la Institución. El gran despliegue decorativo interior se realizó entre 1991 y 1992 y se encargó a Angel Andrade (Ciudad Real, 1866-1932) quien fue ayudado por Samuel Luna (Almagro 1860-Ciudad Real, 1929). La profusión de elementos de apariencia clasicista revestidos pictóricamente simulando materiales nobles (oro, mármoles de colores, maderas) y las escenas murales de los principales espacios, proporcionaron gran parte de la expresión de riqueza y artisticidad apetecidos por el cliente.

Los trabajos se encomendaron a Angel Andrade en sustitución de la pensión que le dispensaba la Diputación desde 1883 para estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, en la Escuela de San Fernando y en Florencia. También acababa de conseguir una tercera medalla en la Nacional de 1890 con su cuadro los huérfanos. El Currículum era suficiente para que la Corporación le encargara decorar el edificio.

El programa decorativo se plasmó en los espacios más cualificados funcionalmente: la escalera, lugar público por excelencia, y los espacios dedicados a reuniones plenarias y de las comisiones, donde se desarrollaban las funciones representativas de la Diputación. Andrade realizó y firmó las pinturas murales y, en calidad de director de la decoración, trazaría el proyecto de ornamentación arquitectónica seleccionando el repertorio de entre los manuales disponibles, ayudado de la formación adquirida en la Escuela de Artes e Industrias. Samuel Luna ejecutaría la decoración.

Andrade era aún un pintor académico formado en el estudio de la pintura clásica y su aventura personal con el paisaje apenas empezaba en ese cuadro premiado en la Nacional. Había visto las grandes pinturas murales renacentistas y barrocas italianas y quiere aceptar el reto que, para un pintor decimonónico, supone resolver unas composiciones de esta naturaleza y dimensiones Utiliza la alegoría como vehículo de presentación de los temas clásicos, que trata con cierta suavidad romántica en el dibujo y el color. Además conoce la misión de «comentario perpetuo del edificio, asignada a la pintura mural.

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En el techo del SALON DE PLENOS -espacio más representativo por ser el lugar de reunión del Congreso de los Diputados Provinciales- sitúa las alegorías universales de «la Fortaleza», «la Prudencia», «la Templanza» y «la Justicia», virtudes morales que se convierten en este contexto en las virtudes políticas para conseguir un buen gobierno. La solemnidad del lugar exigía un tratamiento más sobrio que en otros espacios de estos temas clasicistas, de fácil argumento y de «buen tono decimonónico, acorde con el edificio.

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En el tambor de la CUPULA DE LA ESCALERA pinta el tema academicista de las cuatro Bellas Artes. Dotadas de sus atributos tradicionales que aluden al mundo clásico, estas alegorías y la cúpula transforman el espacio en una especie de templo civil donde se veneran la belleza y el arte, nueva religión burguesa que profesa también la culta Corporación Provincial, mecenas de las artes.



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En la SALA DE COMISIONES se reúne la Comisión Provincial, cuya función es más pragmática y menos solemne que la desarrollada en el Salón de Plenos, así como más reservada que la asignada a la escalera. Esto permite decorarla con carácter más privado y libre, como si fuera el gabinete de la casa. En consecuencia, Andrade prescinde de los temas abstractos y desarrolla una composición de género histórico-literario siguiendo el ideal del nacionalismo romántico que se materializa en el «genio de los pueblos». El tema elegido es "el Quijote" cual tiene la virtud de simbolizar la provincia y el espíritu manchego» del que la Corporación es partícipe y representante.

Esta función se continuó en el tiempo, encargando sucesivamente los retratos a distintos pintores manchegos como Carlos Vázquez, Alfredo Palmero etc. que conforman la Galería de Personajes Ilustres que también se expone en esta sala.

Entre 1958 y 1960 la Diputación actualizó su imagen institucional, para adaptarla a los nuevos tiempos políticos, encargando una nueva ornamentación del espacio más emblemático del edificio: El Salón de Plenos. El encargo recayó de nuevo en dos artistas de la tierra de brillante y meteórica carrera cercana a los círculos oficiales, verificándose con ellos esa «recuperación patrimonial» de la que hablábamos en el caso de Andrade. Los artistas eran Miguel Fisac, arquitecto (Daimiel, 1913) y Manuel López-Villaseñor, pintor (Ciudad Real, 1924 - Torrelodones 1995).

La actuación consistió materialmente en la construcción de una pared de 25 cms. soporte de la pintura mural «Vida, Trabajo y Cultura» de Manuel López-Villaseñor, que se antepuso a los muros frontal y derecho del Salón, y en la colocación de un falso techo de escayola enrasado con la pared nueva.

Esta reforma alteró radicalmente el espacio y su ornamentación al eliminar funcionalmente el espacio del Salón destinado a la prensa y el público -que se abría a este recinto por medio de tres palcos- ocultándolo con el muro soporte de la pintura que se le puso delante. Asimismo, se eliminó visualmente la ornamentación arquitectónica primitiva y se levantaron del techo los lienzos de Andrade que representaban el Buen Gobierno.

Esta intervención transformó el espacio abierto que era el salón de Plenos por su dirección fachada de la Merced-Hemiciclo de los Diputados-Sala de Prensa y público, en un espacio cerrado que se refuerza con la impresionante y envolvente presencia del mural, de más de 120 m'.

Entre 1985 y 1988 el Palacio se restaura. Esta intervención tiene por objeto cubrir nuevas necesidades funcionales de la institución, adaptar las instalaciones a la normativa vigente y recuperar el carácter original del Palacio. La nueva Corporación democrática quería singularizar su poder teniendo como sede un edificio con valor histórico-artístico.

La reforma del Salón de Plenos de los sesenta obstaculizaba seriamente la recuperación de las soluciones espaciales y ornamentales primitivas. Tanto la sala de prensa tapada por el mural, como los lienzos de Andrade (descubiertos en un cuarto trastero del palacio por esas fechas con grandes deterioros por mal almacenaje y mutilaciones hechas cuando se arrancaron) podían recuperarse, pero, si bien los lienzos podían restaurarse y restituirse al techo, devolver la funcionalidad al espacio de prensa requería retirar el mural, trasladándolo a otro lugar Consultados los artistas, Villaseñor mostró su desacuerdo dando una solución que consistía en el refuerzo de lo existente, mientras que Fisac secundaba la propuesta de recuperación total. El tema se hizo polémico y la Corporación optó por una solución de compromiso: permanencia del mural, recuperación de la decoración arquitectónica en el espacio restante y restitución de los lienzos de Andrade al techo tras restaurarlos. La Convivencia de parte de las dos soluciones decorativas es tensa e ineficaz desde el punto de vista de la ornamentación, como explicitación de la función actual de la sala.