Ciudad Real. Siete Siglos a Través de sus Calles y Plazas (4)

Ciudad Real. Siete Siglos a Través de sus Calles y Plazas, 1245-1945

de JOSÉ GOLDEROS VICARIO

CAPÍTULO X

CALLE DE LA AZUCENA

La calle de la Azucena -una calle de bello nombre como tantas de Ciudad Real- era larga y salpicada de viejos caserones aún a principios de este siglo. La llamada casa de Vida] conservaba por entonces un bellísimo arco mudéjar en su interior. En su mitad estuvo, rodeando la parroquia de Santa María, el cementerio, y a ella se abre la puerta de la "umbría" de la Catedral, y se eleva su torre, levantada en 1825 como sustituta de la anterior que, amenazando ruina fue demolida en 1780.'° En la casa núm. 13 de esta calle, nace en 1866 el insigne y laureado paisajista Ángel Andrade, al que está dedicada dicha vía. Aquí estuvo también por algún tiempo la Escuela Normal de Maestros, esquina a Reyes, frente al viejo caserón de los Hernán Pérez del Pulgar (hoy convertido dicho esquinazo en pequeña plazoleta).

Calle Azucena. En una casa de ella nació Ángel Andrade, insigne pintor

Calle Azucena. En una casa de ella nació Ángel Andrade, insigne pintor

CALLE DE LOS REYES

En la calle de los Reyes (esquina a Zarza) -dicen los historiadores locales moraron los reyes Fernando III el Santo, su esposa doña Juana y su madre doña Berenguela, durante las siete semanas de estancia en el entonces Pozuelo de Don Gil. Fueron hospedados -según creencia- en alguna de las casas del "ricohome" y señor del lugar don Gil Turro Ballestero.

LOS PÉREZ DEL PULGAR

Esta antiquísima calle de los Reyes vio nacer un 27 de julio de 1451, a Hernán Pérez del Pulgar, en esta casa que levantara su padre don Hernando del Pulgar y Poblete, que más tarde moriría a manos de Rodrigo Téllez Girón, maestre de la Orden de Calatrava, durante el asedio y toma de Ciudad Real en 1475 por los de su Orden. La fachada de este edificio, con sus estriadas y bellas columnas, su señorial balcón y sus bien esculpidos blasones de antiguos linajes ciudarrealeños, tiene casi enfrente la puerta "del Perdón" de la Catedral." 9 El caserón es de los inicios del s. XV (hoy Museo Villaseñor). Balcázar y Sabariegos aseguraba, que aquí había nacido -como perpetúa una lápida- Hernán Pérez del Pulgar, en 1451, llamado "el de las hazañas", por aquella otra hazaña realizada en Granada una noche, consistente en clavar un puñal con el Ave María escrito sobre la puerta principal de la Mezquita, cuando los Reyes Católicos pusieron cerco a la ciudad. La lápida que vemos hoy junto al enorme portón fue colocada durante las fiestas del Prado el año 1931, coincidiendo con la efeméride del IV centenario de la muerte de nuestro personaje.

LOS ESCRIBANOS DEL NÚMERO

Durante el reinado de los Reyes Católicos, y siendo arzobispo de Toledo Pedro González de Mendoza, fueron establecidas las ordenanzas de los escribanos del número de Ciudad Real (1489). "Primeramente ordenamos que se faga cabildo e hermandad -dice el documento-" de todos treze escribanos publicos del numero desta liudad sin acojer a otra persona alguna e que se faga voca~ion a los bienaventurados Evangelistas o cualquiera dellos en la iglesia o monasterio desta qiudad do acordare nuestro mayordomo ques o fuere en tal manera que ninguna de las fiestas tenga mas preeminencia la una que la otra e que la víspera de la fiesta todos los dichos escribanos seamos obligadosde ir a honrrar la dicha fiesta..." Son muchas las facetas que contiene este antiguo documento, desde la interpretación arrendataria hasta la sucesión en el cargo. Pero hay un apartado curiosísimo: es "el derecho de banco" que tenían los escribanos en las iglesias donde ejercían su ministerio y claramente dice el Ordenamiento "que no se varíen y que cada uno tiene su banco dende esté y no se varíen en manera alguna". El derecho de banco llegó a establecerse en Ciudad Real, entre escribanos, eclesiásticos y personas civiles, y fue causa de no pocos escándalos y pleitos.

La importancia del cargo de escribano fue siempre estimadísima Una buena prueba de ello es que el rey Don Juan II, que por entonces vivía entregado a la omnímoda privanza de don Álvaro de Luna, otorgó la donación del título de "almojarifazgo", oficial o recaudador de las rentas reales primero, y de la escribanía mayor de Ciudad Real después a este célebre personaje, una de las más señeras figuras de aquel momento. Ambas donaciones, hechas en 1421 y 1424, aparecieron en el inventario del Sacro Convento de Calatrava; pero en el Archivo municipal no hay documentos de estos privilegios; posiblemente fueron destruidos en alguno de los incendios declarados en las casas del Concejo. Desde luego, no llegaría don Álvaro a tomar posesión de la escribanía de Ciudad Real porque hizo trueco con el maestre de Calatrava. En el libro de definiciones de la Orden se hace mención de este cambio al hablar del maestre don Luís de Guzmán en estos términos: "Fue este maestre particular amigo del condestable don Álvaro de Luna, el cual dio la villa de Maqueda y el castillo y aldea de san Silvestre, que era de esta Orden, en trueco por la villa de Arjona y su tierra, por Ximena y por "la escribanía mayor de Ciudad Real".

LOS COMUNEROS DE CIUDAD REAL

El comportamiento observado por los principales caballeros de Ciudad Real al estallar la revuelta de los comuneros en Toledo y oponerse a los numerosos partidarios de estos, que formaron grupos en la Plaza, mereció el agradecimiento de S.M. Carlos I de España.

Toma parte la ciudad en la famosa "Guerra de las Comunidades de Castilla" (1520-1522), último esfuerzo de los concejos y elementos populares en defensa de sus fueros contra los abusos de la corona. Cuando se inicia en la ciudad un cierto movimiento en favor de los comuneros, abandona el corregidor el gobierno de Ciudad Real, provocando un incremento de inestabilidad. Protestan los hijosdalgos, haciendo frente a la rebelión un tal Sancho de Mora, que al ver la actitud levantisca de numerosos elementos reunidos en la Plaza Real, grita: "¡Viva Dios y el emperador nuestro señor!", provocando la reacción de los simpatizantes comuneros, que obliga que aquel buscase refugio en la iglesia de san Pedro. Después las turbas intentarían quemar su casa. Los cronistas de la época aseguran "...que los nobles de Ciudad Real reúnen 25 jinetes y 50 de a pie partiendo para Toledo, para ponerse a las órdenes de don Álvaro de Zúñiga prior de San Juan y general de los imperialistas, haciendo con él toda la campaña. Las fuerzas ciudarrealeñas unidas a las tropas del emperador dieron muestras de completa adhesión, mereciendo por ello el envío de una carta de Carlos I, en la que manifestaba su agradecimiento a Ciudad Real, siendo distinguida por S.M., para lucir en la Puerta de Alarcos sus armas imperiales"."'

PARROQUIA DE SANTA MARÍA DEL PRADO (CATEDRAL)

Dio la puerta de la calle de los Reyes entrada a los fieles, pero quedó interceptada por el coro instalado a los pies del templo. Sin embargo, algunas veces era abierta. Así ocurrió el 19 de abril de 1860, en que, a las cinco de la tarde, y ante la persistente sequía, sacaron a la Virgen del Prado. Es curioso observar sobre la puerta una claraboya de rosetones lobulados -en número de diecinueve-, análoga a la que posee la iglesia o ermita de Alarcos.

Vista parcial de la Catedral (al comienzo del S. XX)

Vista parcial de la Catedral (al comienzo del S. XX)

La calle de Postas-de la cual parte la de los Reyes alojó la administración de Correos, instalada en el número I del entonces callejón. En los primeros números de esta calle -lado de los pares- formando parte del antiguo edificio de la Chancillería, o sea, la casa de los Treviño, se encontraba la llamada bodega del "marqués". También estuvo establecida la oficina de correos en la calle de Calatrava, 29, esquina a Altagracia, entonces había allí una plazoleta con unos jardines, conocida más tarde por "la verja". Es sabido que a este servicio, recién establecido en España se le llamaba "posta".

LAS VIEJAS CALLES

Al nacer el siglo XVIII hay en la población un buen número de calles con nombre conocido, pero otras muchas carecen de él. Nadie se preocupaba de asignar nombre a las nuevas vías urbanas que nacían; era el pueblo el que por instinto, las bautizaba para distinguirlas de alguna manera. Con nombre conocido, aparecen, en el año 1772, las calles siguientes: Alamillo, Alarcos, Sitio del Alcázar, Andrajo, Angostillo, Barrionuevo, Bestias, Boticas, Dulce Nombre, Caballeros, Caldereros, Calatrava, Camarín, Campanario de las Monjas Dominicas, Canteras de Patazas, Carnero, Carreteros, Ciruela, Cohombro, Coleto, Cruz Verde, Cuchillería, Dionisio Palacios, Encierro, Estación, Feria, Forcallo, Puerta de Granada, Horno, Huertos, Juan de Agustín, Juárez, Leganitos, Lentejuela, Licenciado Carrión, Lobo, Lurco, Mata, Mesones, Monjas Carmelitas, Monjas Dominicas, Moreria, Odrería, Ochoas, Olivo, Osario, Palma, Palomares, Plaza de San Antonio Abad, Plaza del Señor Santiago, Pedrera Alta, Pedrera Baja, Sitio del Pilar, Pilas, Portería de las Mojas Franciscas, Postas, Pozo Concejo, Pozo Dulce, Plazuela de Santa María, Refugio, San Francisco, San Juan de Dios, Santo Domingo, Tinte, de la Torre, Umbría, de la Virgen y Zarza. Al inicio del año 1900, ya hay muchas más calles con nombre, 17 callejones y 19 plazas.

LOS ANTIGUOS TINTOREROS

En la conocida calle del Tinte, parece que se establecieron, ya por el s. XV o XVI, los primeros tintoreros de la ciudad al amparo de la floreciente industria de paños. El hecho de que esta calle y el callejón de la Cava formaran parte del lugar por donde discurría el desagüe de la población, que se dirigía al exterior por un puentecillo bajo la Puerta de Alarcos, con dirección a las "minas", y el necesario volumen de agua para la labor de tintorería, harían de este lugar el asiento idóneo para ello. En documentos recogidos por algunos historiadores locales se pone de relieve que en "este lugar de la Cava, la Puerta de Alarcos y en el Pilar, crecían alamedas con un total de 800 álamos"."' Es evidente que esta cifra parece exagerada, teniendo en cuenta la poco estima por los árboles o zonas verdes en aquella época.

LAS INUNDACIONES

Hasta bien entrado el siglo XX, apenas caía un chaparrón en Ciudad Real, para cruzar el estrechísimo comienzo de la calle de Calatrava, esquina a Feria, era menester pasarlo sobre una escalera de mano tumbada de una acera a otra. O el paso permanente de piedras colocadas a propósito en la esquina de la calle de Postas en su cruce con el callejón del Matadero (hoy Avenida de Alfonso X), donde el agua se remansaba, o el inmenso lago del Pilar, y el duradero de la plaza del Cuartel de la Misericordia (Plaza de España).

DOS EPISODIOS DE CÓLERA

En julio de 1855, ante la certeza de la llegada del terrible cólera morbo asiático a Ciudad Real, el Ayuntamiento proponía en sesión del día 31 de julio lo siguiente: "Que se baje a Ntra. Sra. Santa María del Prado y se le hagan rogativas por el cólera morbo". El acuerdo aparece firmado por el alcalde don José Sotero y los ediles Srs.Bermúdez, Borja, Treviño, Almansa, 13uiza, Laguna, Menchero, Gómez, Saráchaga y Boada.

El documento dice así: "A la municipalidad le parecía muy oportuno se bajase del Camarín para su iglesia de Nuestra Señora Santa María del Prado, patrona de esta ciudad, y se le pidiese en rogativa, con el fin de que interceda con su Divina Magestad para que nos libre del azote amenazador del Cólera morbo asiático que tan de cerca nos está expiando. Y el Ayuntamiento, tomando en consideración tan acertado pensamiento acordó: que con tal motivo se dirija de oficio al Sr. Vicario rogándole se sirva ordenar lo concerniente para que en la tarde de este día si es posible se baje a su templo de Ntra. Sra., según costumbre y de principio a las rogativas por espacio de tres días, desde la mañana, cuya hora se servirá solicitar a los efectos oportunos, sin perjuicio de reservarse la municipalidad el orden de función que deba hacerse por la [...] a la Señora, cuyos gastos tendrán aplicación a la partida de mil quinientos rls. presupuestada y aprobada en el corriente año con destino a procesiones de la iglesia extraordinarias. Se dio cuenta al Sr. Presidente de la Junta Provincial de Sanidad el día 29 de actual". Hasta aquí el primer acuerdo municipal ante el temor de que la ciudad fuera invadida por el terrible azote. También se estudia el suspender la feria de agosto hasta el mes de octubre, si el estado sanitario de la ciudad lo permite.

En este año de 1855, el Ayuntamiento que preside el alcalde don José Sotero Martínez se encuentra alerta ante la invasión y dicta una serie de medidas ante la inminente llegada del mal, que por desgracia se adivina cercano. Mas el cólera llegó a la ciudad y la mortandad tomó proporciones alarmantes, remitiendo a finales de año. De este episodio colérico no existe demasiada información.

Al declararse, treinta años más tarde (1885), un nuevo episodio de cólera, y para evitar la consternación que supone a los enfermos el oír las campanas de las parroquias al toque de tránsitos, el Concejo ordena a los responsables parroquiales dejen de hacerlo. También se hace saber a la capital, que todas las personas que fallezcan, "sea cual fuera la causa que lo motiva," se depositen en el término de una hora en la iglesia del exconvento del Carmen. Cuando se declara el mal en Ciudad Real, inmediatamente el Ayuntamiento ordena se construyan "seis cajas que se destinarán exclusivamente, tres para conducir los cadáveres a la iglesia que se ha destinado para depósito de los mismos, y otras tres para los enfermos que haya necesidad de transportar al hospital señalado para este fin".

Las instrucciones para la construcción de estas cajas se especifican con todo lujo de detalles: Las de los cádaveres tendrán suelo de tablas a distancia de tres centímetros de una a otra y cubiertas con una tela. Las de los enfermos tendrán -dice la nota- suelo de tablas, pero unidas y cubiertas con la misma tela. En el interior se colocará un colchoncito y un cabezal para mayor comodidad de los enfermos. Para la conducción de enfermos y cadáveres fueron dispuestos unos puntos fijos en la ciudad, con el fin de agilizar lo más prontamente este servicio. En previsión de desabastecimiento en materia de alimentación, y para asegurar las necesidades de la población, se ordenó por el Ayuntamiento "se tenga un depósito de arroz, azúcar y té", a cuyo efecto se pasó a los señores comerciantes del ramo, don Manuel Capa, Juan Manuel González, José Delgado Matas, Pedro la Santa y Cia., Ambrosio López Salazar, Manuel Álvarez, Fermín Minguito Faustino Martínez, Manuel Delgado Matas, Pedro Martín Moreno y Pedro Franco Alonso, una orden para que retuvieran en su poder y a disposición del Ayuntamiento una arroba de arroz y otra de azúcar, y a los drogueros Benito Pérez e Isidro Muñoz, el primero dos libras de té y el segundo una, cuyo importe se le satisfará a manera que vayan facilitando dichos efectos; advirtiéndoles el Ayuntamiento, que ante las circunstancias especiales en que se encuentra la población tengan la bondad de firmar la orden en prueba de quedar enterados".

Son dignas de admiración las medidas adoptadas por el Consistorio para un mejor estado sanitario de la población. Esto evitaría una mayor incidencia en la mortandad como luego se puso de manifiesto. Se dictaminaron otras medidas de suma importancia, como que las balsas donde se depositaba el alpechín, tenerías, fábricas de almidón y otros locales estén constantemente limpios y bien acondicionados para evitar los olores que tanto podían perjudicar al estado sanitario de la capital. Se exigiría también un escrupuloso reconocimiento de los molinos aceiteros de don José Medrano, de la fábrica de curtidos y de las casas de vacas o vaquerías.

Cuando el cólera había invadido plenamente Ciudad Real, fallecían como consecuencia de ella los "profesores" (médicos) que se dedicaban a la asistencia de enfermos, don Roque Arroyo y don Francisco Serrano Curruchaga, dejando el primero a doña Teresa Moya y dos niñas de corta edad, y el segundo a doña Dolores López y una niña en estado de lactancia.

En abril de este mismo año, varios rico-hombres solicitan se declare villa a Valverde, "que está en un reducido valle dominado por dos pequeñas alturas o colinas, pasado el río Guadiana, a un cuarto de legua, con un pilar de agua o fuente para consumo humano" . Este anejo de la capital causaría no pocos problemas al Ayuntamiento durante este periodo de cólera del año 1885.

El 24 de octubre de 1885, el Ayuntamiento, en previsión de males mayores, ordena un presupuesto de los gastos que deban hacerse en las "minas", porque los vecinos las tienen obstruidas en toda la línea hasta "La Celada". La culpa se achaca a los dueños de las fincas por donde cruzan. Ese mismo año se solicita al Ayuntamiento el arriendo de los restos que aún quedan en pie del antiguo convento e iglesia de Santo Domingo. Lo solicita don Basilio Díaz, "con el fin de cortar los escándalos que se cometen en el descubierto del Convento de Santo Domingo de esta ciudad y de los perjuicios que está originando en su casa. Desea que el Ayuntamiento le conceda el arrendamiento por cuatro o cinco años, haciendo de su cuenta el tapar todos los portillos que en él hay, con el fin de cortar de raíz todos los atropellos". No sabemos si se le concedió.

El Ayuntamiento creó una comisión permanente ante el avance del cólera en la capital. El fin perseguido era atender a las necesidades del momento para socorrer a lo pobres y a los huérfanos (los primeros eran inmensa mayoría). Fue solicitado al Sr. Gobernador el envío de dos médicos para cubrir las bajas de los anteriores facultativos, dedicados exclusivamente a los enfermos pobres. Más tarde se acuerda establecer una casa de caridad "para acoger a todos los huérfanos pobres como consecuencia de la enfermedad reinante".

Para proporcionar la debida ventilación en la iglesia donde se depositaban los cadáveres, se procede a desmontar las vidrieras de los ventanales de la misma. La iglesia del convento de los carmelitas descalzos -como ya se ha dicho- , extramuros de la ciudad, fue la destinada para tal fin. El encargado de recibir en el hospital de coléricos a los enfermos era Antonio Dopazo, con un haber de dieciséis reales diarios; además debía presentar diariamente a las ocho de la mañana, en el Ayuntamiento, relación nominal de enfermos y fallecidos. Este hombre tenía también la obligación de vigilar a los muertos, "para evitar el que desgraciadamente pudiera enterrarse algunos de ellos vivos"; para ello se deberá dejar transcurrir las veinticuatro horas reglamentarias. Paulatinamente el cólera fue cediendo, hasta desaparecer de la ciudad totalmente hacia finales de ese año de 1885.

CAPÍTULO XI

PUERTA DE CIRUELA

Dos años antes del primer episodio del cólera en Ciudad Real (1853), la municipalidad, y para un mejor decoro del acceso y salida de viajeros a la estación de "ferro-carril", acuerda, levantar la puerta que sería conocida por °la Nueva" (Ciruela). En documentos medievales no aparece como tal puerta; pero es evidente que sí había allí un portillo. La noticia que nos consta es que esta puerta fue sufragada por la compañía del ferrocarril, aprovechando el material de derribo de la muralla de esa zona de la ciudad. Domingo Clemente Rubisco, en su "Guía de Ciudad Real", la describe así: Ta puerta de Ciruela inmediata a la estación del ferrocarril es de construcción moderna. Su combinación es sencilla, se compone de dos torres separadas entre sí por una cortina o muro [...] el ancho total de la puerta es de diez metros por once de altura..." En este aspecto, el ferrocarril llegó muy temprano a nuestra ciudad. En junio de 1854 penetran los carriles en la provincia, aunque una de las concesiones más antiguas fue la línea Madrid-Ciudad Real-Almadén (5-I-1846), pero que, por razones que ignoramos, no se realizó. En 1859 fue adjudicado al marqués de Villamediana la construcción de la línea Alcázar-Ciudad Real, llamada "Ferrocarril de la Mancha". Las concesiones de las líneas Alcázar- Ciudad Real y Manzanares-Córdoba fueron adquiridas por la compañía Madrid, Zaragoza y Alicante (M.Z.A.), llegando el tendido de la vía a la capital en noviembre de 1864. En 1861 la concesión desde Ciudad Real a la frontera dio lugar a que se formase la "Sociedad Anónima de Caminos de Hierro de Ciudad Real a Badajoz". A esta misma compañía le fue concecido, en 1876, la explotación de la línea Madrid-Ciudad Real. La capital llegó a poseer dos estaciones de ferrocarril, la levantada junto a la Puerta de Ciruela y la ubicada en el Parque Gasset, que aún permanece en pie y en magníficas condiciones.

Inauguración del ferrocarril de Madrid a Ciudad Real, Museo Municipal. Madrid

Inauguración del ferrocarril de Madrid a Ciudad Real, Museo Municipal. Madrid

La reina Isabel II, en diciembre de 1866 y S.M. Alfonso XIII, en abril de 1905, visitaron Ciudad Real en viaje por ferrocarril, siendo recibidos por todo el pueblo, que les aclamó con gran entusiasmo. El monarca pasó bajo la Puerta de Ciruela, ya en estado ruinoso, pero que se había remozado y engalanado para tal ocasión. Hay testimonio gráfico de esta puerta.

Puerta de Ciruela

Puerta de Ciruela

LOS DESFILES PROCESIONALES

Un capítulo importante de Ciudad Real es el del paso por sus calles de los desfiles procesionales. Desde muy antiguo la ciudad ha celebrado gran número de fiestas religiosas. Buena prueba de ello eran la fiestas del Corpus, que tantos problemas suscitaron siglos pasados entre las parroquias de Santa María y la de San Pedro, pues en 1738 salían desde antiguo dos procesiones del Corpus al mismo tiempo de las respectivas parroquias, teniendo al fin que intervenir Roma para solventar el caso. Para hacernos una idea, debemos considerar que la festividad del Corpus era celebrada entonces con una importancia tal que superaba a la de la Virgen del Prado, aunque tanto aquella como esta formaban parte de los votos del Ayuntamiento. Desde hace tiempo la parroquia de Santa María del Prado (Catedral) posee el título de "la Mayor" y no es este un privilegio gratuito, sino fruto de viejos pleitos entre parroquias. La iglesia de san Pedro alegaba siempre "...que ninguna de las tres parroquias actuales de Ciudad Real tiene razón de la primera, porque fueron fundadas al mismo tiempo"... (pleitos de mediado el siglo XVIII).

En cuanto a las procesiones de Semana Santa, por aquella época Ciudad Real contaba con gran número de casas deshabitadas y no pocas en ruinas, pues permanecía sin recuperarse a finales del siglo XVII de los daños consecuentes a la expulsión de los moriscos y las pésimas cosechas que venía padeciendo. De aquí la preocupación de las autoridades eclesiásticas por evitar que las procesiones desfilaran entre ruinas y escombros.` Por consiguiente, algunos recorridos serían recortados, como en el caso siguiente: "...dejando de ir a la ermita y hospital de Sa Ant° Abbad, y saliendo las prozessiones del Combento de Religiosas Dominicas de esta Ziud, fuesen dando la buelta a dcho, Combento y via recta al Combento de Carmelitas..:'. Es evidente, pues, que el recorrido de Semana Santa tenía por objeto el paso obligado por todos los conventos de la ciudad, y al dejar de hacerlo al de San Antonio -actual Plazuela de San Antón- empezarían a desfilar las procesiones por la calle de la Estrella. La calle Estación Vía Crucis recibe este nombre a consecuencia del paso de estas procesiones, a pesar de que entonces esa zona de la ciudad estaba constituida por grandes huertos. Así lo vemos en el Catastro de Ensenada de 1751: "... una tierra de 4 celemines con pozo y alberca en la calle de la Estación..." siendo titular de la misma don Bernardino Muñoz de Loaisa. Los inmensos campos intramuros de la ciudad fueron llenándose paulatinamente de calles, callejones, y alguna plaza más. Por ejemplo, el callejón llamado "del Perro", detrás del convento de las carmelitas descalzas. No sabemos el origen de este nombre, pero nos imaginamos que los vecinos del entorno tendrían sus razones para aplicar al callejón tal nombre. Hoy convertida en calle, está dedicada a don Luís Delgado y Delgado Merchán, canónigo arcipreste del obispado Priorato de las órdenes Militares de Ciudad Real. Este hombre, siempre dedicado al estudio, produjo cientos de artículos periodísticos referidos en su mayoría a Ciudad Real y su provincia. Pero, su gran obra fue la famosa "Historia documentada de C. Real". Después de más de treinta años en la capital, murió el 18 de marzo de 1909, cuando celebraba cabildo en la Catedral. No muy lejos de esta calle, estaba la conocida por Espino, cuyo título se debía, a algún viñedo o "majuelo" a los que se acostumbra cercar con esta planta de ramas espinosas. A finales del s. XIX aparecía como callejón, y desde 1844 -año de la inauguración de la plaza de toros- era paso obligado en los días de festejos taurinos. Por la calle del Clavel, que nacía frente a la antigua Plaza de la Misericordia, en las épocas de las grandes lluvias, discurría el agua en riada y la vertía en la citada plaza hasta convertirla en inmensa laguna. Por el año de 1920, en el lado izquierdo de esta vía, existía un enorme campo de labranza junto a la huerta de Medrano, donde luego se levantó la actual comandancia de la Guardia Civil.

CALLE DE TINTOREROS

La calle de Tintoreros nacía en la de Calatrava,` para terminar en la de Estrella, y como su nombre indica, en ella moraban los tintoreros, posiblemente después de que lo hicieran en la del Tinte. Más tarde llevó el nombre de Moret y Audiencia, hasta llegar a la actualidad con la nomenclatura de Elisa Cendrero, ilustre señora que donó al pueblo de Ciudad Real su casa de la calle de Toledo, actual Museo-Archivo Histórico Municipal. En la plaza llamada antiguamente de Muñoz (hoy de la Constitución) permaneció muchos años la Audiencia Provincial, aprovechando la casa palacio de los Muñoz Jaraba. Muy antigua es también la actual calle de Juan II, llamada en tiempos pasados Oliveros u Oliveras; más que calle era un largo callejón ocupado en toda su longitud por grandes huertos. El nombre quizás se deba al molino aceitero ubicado en una de sus esquinas. En uno de los huertos es donde se abrió la calle de Bernardo Mulleras, continuación de la calle Nueva. Fue don Bernardo médico, natural de Ciudad Real, donde había nacido en el año 1877. Estaba en posesión de la Gran Cruz de Beneficencia, siendo conocidísimo por su dedicación a los necesitados, a los cuales atendía desinteresadamente. En esa calle, esquina al llamado entonces callejón del Matadero, se levantó, en 1934, el Cinema Proyecciones, sobre ese enorme huerto al que aludíamos antes. Parte de este solar fue durante muchos años cine de verano, anexo al edificio principal. El modernísimo local cinematográfico, cuando fue inaugurado, contrastaba de forma acusadísima en este entorno urbano céntrico, pero degradado al máximo, que, era la tónica dominante en todo el recinto urbano de la capital.

CALLE DE LA PALOMA

Una de las calles de más solera de Ciudad Real, sin duda, es la de Leganitos, (hoy Paloma). En ella subsistía en 1854 la Casa Asilo del Hospital Real (antes Engordadores), sita en el núm. 2. Fue levantado el hotel Pizarroso años más tarde, preferido de los viajantes y altos funcionarios. Por cierto, el Sr. Pizarroso era dueño del primer automóvil que circuló por las tortuosas calles de la capital. Otro hotel más modesto era el de "Miracielos" frente a la calle de la Cruz. Esquina a esta última calle se alzaba la casa-palacio de don Juan Medrano, que luego por los años veinte del presente siglo fue incendiada por el pueblo agrupado en masa por motivos de desabastecimientos alimenticios. En esta casa-palacio se puede ver hoy el escudo de armas de los Treviño. En él figuran dos torres con tres escudetes en su centro, y sobre ellos, tres estrellas, y debajo de las torres tres cabezas de moro. El fundador de este viejo apellido manchego fue Rodrigo de Unda, que por sus proezas en las guerras fronterizas de moros se hizo notar como esforzado capitán. Trocó su apellido de Unda por Treviño porque al quedar dormido por el esfuerzo de la batalla, y al intentar despertarlo, un soldado dijo "dejallo que con tres viño", y desde entonces se llamó Treviño. Naturalmente, se refería a las tres cabezas de moro que había conseguido en la batalla aludida. Sobre el origen del nombre de la calle de la Cruz, no existen datos feacientes; pero yo escuché a una persona muy anciana que recordaba cómo su abuelo afirmaba deberse a que, en los primeros tiempos de la ciudad, siendo aquella calle entonces un cordel, fue asesinado un arriero, y entonces levantaron allí una modesta cruz en su memoria. Naturalmente este dato no se sustenta bajo ningún rigor histórico, pero dejo constancia del dato.

CALLE DEL JASPE

En la calle en que se levantó el primer teatro o corral de comedias, llamada del Jaspe, existió una ermita o capilla-casi esquina a Dorada- (Ruiz Morote), llamada de la Concepción, la cual desapareció en el último tercio del siglo XIX. Ignoramos el motivo del nombre de jaspe. Actualmente se la titula de Hernán Pérez del Pulgar, ilustre ciudarrealeño, gloria que fue de su patria con el sobrenombre del de "las hazañas". Increíbles empresas llevó a cabo este personaje durante toda su vida. Se dice que cuando contaba diecisiete años de edad recibió en su casa una carta de don Rodrigo Téllez Girón, maestre de la Orden de Calatrava; la mencionada misiva era insultante para los capitanes de las tropas reales, llamándoles "chungos y culipardos". La noticia llegó a Hernán que, pese a su edad y sin dar cuenta a nadie de sus propósitos, cogió una rodela y una lanza y solo marchó a la Huerta del Montecillo-cerca de Almagro-, lugar en el cual se citaba a cualquier realengo "culipardo" de los que servían al rey, y fue allí -según Carlos Barriopedro- donde Hernán acometió a ocho hombres, matando a uno, hiriendo a cuatro y poniendo en vergonzosa fuga a otros tres. Desde entonces recibió el sobrenonbre de "atrevido". Luego recibiría el de "las hazañas". El origen del antiguo nombre de esta calle ignoramos a qué se debe. Una de las razones quizás se deba a que se hallara en sus inmediaciones una pequeña cueva o cantera donde aparecieran indicios de jaspe. También es posible que radicara allí un telar de tejidos parecidos a la seda, con colores semejantes al damasco, llamado entonces jaspe. Recordamos al efecto que en el cercano alcázar real y en sus subterráneos había formaciones de estratos de vivos colores, semejante al jaspe.

CALLE DE LAS CAÑAS

Citaremos una vía muy del extrarradio de épocas pasadas; se trata de la calle de las Cañas. En dos viejos planos de la ciudad aparece con distinta denominación: "de las Cañas" y "de los Caños"." "Sin gran esfuerzo se descubren todavía hoy entre los frondosos huertos-decía Delgado Merchán-restos de antiguas calles, paralelas a la llamada del Caballo (Progreso) que están abiertas hoy (1893) al servicio público, aunque sin nombre conocido. Esta era zona de aquella aljama floreciente, que pagaba ella sola más tributos al Erario Público que todo el restante vecindario. De la famosa judería de Villa Real-terminaba Merchán-hoy día no queda ni el recuerdo".

CIUDAD REAL, CAPITAL DE LA PROVINCIA DE LA MANCHA

Por decreto de Felipe V en el año 1713, se manda arrendar las rentas por provincias. La singularidad de este decreto era el de aumentar de 21 a 22 el número de provincias dentro de la corona de Castilla. Así fue dividida en dos la dilatada provincia de Toledo, en virtud del cual, los partidos de Alcaraz, Almagro, Ciudad Real e Infantes, que antes habían sido parte de ella, fueran desmembrados, y el grupo formado por los cuatro recibió el nombre de "provincia de La Mancha".

LA CAPITAL ES TRASLADADA A ALMAGRO

Muerto Felipe V en 1746, le sucede su hijo Fernando VI, de infausto recuerdo para Ciudad Real, por consentir que su ministro de Hacienda, el conde de Valparaíso, trasladara la capital de La Mancha a Almagro, durante el periodo comprendido entre 1750 a 1761. Cuando Fernando VI muere y sube al trono su hermano Carlos 111, retorna de nuevo la capital a Ciudad Real ante la protesta de Almagro. La respuesta de la corona no se hace esperar: " El origen realengo; el título de Ciudad; y haber residido en esta la Administración General de Rentas, hace que se fije aquí en Ciudad Real la capital..."

En efecto, desde 1713, Ciudad Real se perfilará como la futura capital de la provincia que luego sería llamada de Ciudad Real, no sin la oposición -como vemos- de Almagro y también Manzanares.

A mediados del siglo XVIII, a juzgar por lo que observamos en las Respuestas Generales de 1751, "la venta de vino por menor para el consuno de los vezinos y transehuntes, se colocan y destinan los puestos en las partes públicas y acostumbradas..:' . Respecto del comercio al por menor dice: "Ay veinte y cinco tiendas de regatonería en las que se venden comunmente por menor diferentes menudencias de especería, legumbres, carbón, almendra, garbanzo y otras cosas comestibles según la estazión de los tiempos, y en algunas pan y aceyte que les confían los panaderos y obligados de esta especie...". De las carnicerías -añade dicho documento- "sólo hay unas propias de esta Ciudad y nada produzen, pues sirven para el beneficio común...

EL ALFOZ (ANTIGUO TÉRMINO MUNICIPAL)

El 'Alfoz" tiene su nacimiento con el origen mismo de Villa Real, como queda reflejado en la Carta Puebla otorgada por Alfonso X el Sabio en 1255 "...el yo sobre dicho rey Alfonso, otórgoles e doles para siempre jamás e á todos los moradores que fuesen a esta Villa Real...". En efecto, al núcleo original del alfoz se le adjudican las aldeas de "Zuheruela, e Villa del pozo, é la Figueruela el Poblet e Alvalá con todos sus términos yelmos y poblados...". Alarcos no se incorpora a la jurisdición de Villa Real hasta 1258. Parece que el rey se reservó para sí esta posición ante el posible fracaso de la naciente villa. Sin embargo, hasta un siglo después no se configura definitivamente el alfoz con alguna segregación y varias anexiones. Todo el área constituida por dicho alfoz se encontraba en pleno centro del Campo de Calatrava, lo cual motivó los choques entre ambas jurisdicciones, ya que la Orden nunca vio con buenos ojos la aparición del enclave realengo en medio de sus territorios."

CAPÍTULO XII

ENAJENACIONES DE VILLA REAL

Ciudad Real defendió siempre su permanencia dentro de la corona de Castilla. Destacaremos las diferentes etapas por las que pasó la villa y luego la ciudad, para entender el interés por su posesión, pues en varias ocasiones fue otorgada como fiadora de dotes.

Al poco de su fundación aparece ya bajo el señorío de don Fadrique, hijo de Fernando III y hermano del rey Sabio. Don Fadrique concedió por siete años exención de impuestos a sus pobladores en el año 1272. El infante don Sancho -después Sancho IV-goza de su señorío en 1280, el cual hizo promesa a la Orden de Calatrava de entregarle la plaza, que luego no llevaría a efecto. Este monarca, una vez en el trono, promete no enajenarla jamás de la Corona. En el Archivo Municipal de Ciudad Real, existía una carta con dos sellos de cera, dirigida al Concejo "Para que Villa Real reciba por señora a la infanta Isabel, hija de Alfonso X", fechada en Villa Real a 28 de mayo de 1284."'

Ante las arbitrariedades de la corona, el 6 de mayo de 1295, Villa Real, Toledo y Extremadura hicieron entre sí una confederación "para no darse a hombre poderoso". Pero en el periodo comprendido entre 1297-1312, la nueva villa aparece esta vez bajo el señorío de la reina doña María de Molina. Un año más tarde (1313) la villa es incluida en la dote de doña Constanza de Portugal, esposa de Fernando IV El año 1328 vemos nuevamente a la villa realenga incluida en otra dote: la de doña María de Portugal, esposa de Alfonso XI. Por cierto, este monarca cede ciertos derechos de la villa a Leonor Fernández, doncella de doña Leonor de Guzmán su favorita, dama de gran hermosura, que inspiró al rey una loca pasión sólo extinguida a la muerte de este.`

En el año 1379 Juan I sube al trono de Castilla. Durante este reinado es designado señor de Villa Real, de Madrid y de Andújar un extranjero, sucesor de Constantino VI, cuyo nombre es Liván o León VI de Armenia, que Juan I liberó y acogió en Castilla. La protesta de Villa Real no se hace esperar: el rey promete -una vez más- "que no será dado a otro, y que será de la corona real siempre". El ignorado monarca, que no influyó en los destinos de la villa realenga, muere en París el año 1393, lugar donde había fijado su residencia.

Tiempo después, Enrique III entrega el señorío a doña Beatriz, su madre, y reina de Castilla como segunda esposa de Juan I.` En agradecimiento a sus buenos servicios a la corona, recibe Villa Real el título de "muy noble y muy leal ciudad" de manos de Juan II, que luego, no duda en enajenar una vez más en favor de la primera esposa de Enrique IV, la princesa Blanca de Navarra. Ante la inmediata protesta de los ciudarrealeños el rey revocó la enajenación. La segunda esposa del "Impotente", Juana de Portugal recibiría también a Ciudad Real en dote junto a la villa de Olmedo. Durante el señorío de Juana menudean sobre la ciudad mercedes y privilegios, como lo demuestran los numerosos originales y traslados guardados en el Archivo Municipal.`

Una vez más, el señorío ciudarrealeño es otorgado en la dote de la princesa Margarita, desde 1497 a 1501. Por último, ya en el reinado de Felipe IV, los habitantes de Ciudad Real se vieron sorprendidos por las noticias llegadas de la corte: el rey había decidido enajenar la ciudad en favor del duque de Aveiro. Inmediatamente los representantes de la población, encabezados por don Juan Aguilera Ladrón de Guevara, protestaron en una audiencia regia-dicen que este personaje lloró ante el rey- consiguiendo enternecer al soberano que exclamó: "Yo tendré mucho cuidado en conservarla", lo cual cumplió, pues Felipe IV no consintió llevar a efecto la enajenación.

CIUDAD REAL DE MÉJICO

Ciudad Real poseía su villa homónima en la provincia -hoy estado- de Chiapas, en Méjico. Un ilustre ciudarealeño, Luís (o Diego) de Mazariegos, capitán esforzado en la conquista de Méjico y uno de los compañeros más distinguidos de Hernán Cortés, fundó en la región mejicana de Chiapas, cerca de la frontera con Guatemala, una importante población en recuerdo de su patria lejana, que bautizó con el nombre de Villa Real. En algunos aspectos la semejanza con Ciudad Real fue asombrosa: sufría inundaciones con frecuencia "porque los sumideros por donde va el agua al río no eran bastantes para evitar las inundaciones..:"; las enfermedades hacían presa en sus habitantes "a causa de dos ciénagas que están al Sur y al Norte de la ciudad, cuyas putrefacciones infestan a los barrios de San Diego de Tlaxcala y de Mexicanos, por lo que cada día van en disminución..."

Luis de Mazariegos

Luis de Mazariegos fundó Villa Real el 31 de marzo de 1528, que luego fue trocado por el de Villa Viciosa, más tarde por el de San Cristobal de los Llanos, para de nuevo por Cédula de 7 de julio se 1536 darle el título definitivo de Ciudad Real, que conservó hasta el año de 1829, "en memoria de Diego de Mazariegos su fundador, natural de Ciudad Real de España. .."

No debemos ignorar -por último- que nuestra ciudad, en el aspecto urbano, parece estar indicándonos que sus calles, según directrices emanadas de su fundador, estaban concebidas con la suficiente amplitud e inteligente trazado para soportar un intenso tráfico de mercancías, pues el itinerario de la vía Toledo Córdoba, por Calatrava la Vieja desde los inicios del siglo XIII queda marginado, y el nuevo trazado pasa entonces por el lugar de Pozuelo de D. Gil. No en vano una de las pretensiones del monarca castellano fue potenciar al máximo la singular situación de la nueva villa, en el cruce de la antigua calzada romana con el estratégico, nuevo y transitado camino real, dentro del realengo nuevo recinto urbano creado por él. Villa Real jugaría un papel de vital importancia económica en detrimento de la Orden de Calatrava. Este y no otro-creemos adivinar-sería uno de los fines perseguidos por el rey Sabio.

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