Dichos populares (H)

  Ha corrido mucha agua bajo el puente: Significa que ha pasado mucho tiempo. Como el agua corre debajo de los puentes desde tiempo inmemorial, se compara el paso del tiempo con la cantidad de agua que ha corrido por ese lugar.

  Hablando de Roma, el burro se asoma: Expresión que se aplica para justificar la coincidencia de la aparición de una persona, justo en el preciso momento en que se la estaba mencionando.

  Hablando se entiende la gente: Frase que justifica el empleo persuasivo de la palabra para evitar que los conflictos lleguen a mayores.

  Hablar a calzón quitado: Decir la verdad, sin eufemismos, como quien se desnuda (quitarse los calzones) ante otra persona, esperando la misma actitud de ella.

  Hablar bien... no cuesta nada: Invitación a que las personas utilicen nuestro idioma como corresponde, tratando de evitar el uso de términos vulgares y soeces. A propósito de esto, en la Argentina circula la versión vulgar festiva hablar bien, no cuesta un carajo... y reporta un beneficio de la gran p...

  Hablar hasta por los codos: Hablar demasiado, sin sentido, muchas veces sin saber lo que se dice. Lo de los codos se agrega porque esa persona, además, suele gesticular con sus manos mientras habla y habla...

  Hablar por boca de ganso: Según Sebastián de Covarrubias, experto en frases proverbiales y refranes, con el vocablo ganso eran llamados, por alusión, "los pedagogos -o ayos- que crían algunos niños, porque cuando los sacan de casa para las escuelas, u otra parte, los llevan delante de sí, como hace el ganso a sus pollos cuando son chicos y los lleva a pacer al campo". Estos ayos o gansos ejercían una función a la par educativa y pedagógica, por lo general tan rígida como dogmática. No es pues de extrañar que obligaran a los niños a su cargo a que repitiesen las ideas y juicios que habían aprendido del preceptor. De ahí nació el dicho 'hablar por boca de ganso', con el que se suele apostrofar a quien repite lo que otro ha sugerido.

  Hacer alarde: Hacer ostentación, ufanarse de algo. La expresión proviene del árabe al hard, equivalente de "revista de tropas". Antiguamente, en el ámbito militar, se utilizaba la palabra alarde para designar la parada o desfile militar en que se pasaba revista a los soldados y sus armas.

  Hacer buenas migas: Fomentar la amistad y el buen trato entre dos o más personas. La comparación surge de la calidad homogénea que deben tener la miga de dos panes utilizados para preparar un plato llamado, precisamente, migas (pan picado, humedecido con agua y sal, rehogado en aceite muy frito y condimentado con ajo y pimentón).

  Hacer causa común: Unirse a otra u otras personas para obtener un mismo fin.

  Hacer el campo orégano: Facilitar las cosas, dejar el terreno liso para determinada actividad. No hay nada más prolijo que un campo florecido de orégano, debido a que esta planta -cuyo significado en griego es «adorno»- deja el campo hermoso, liso, suave y perfumado.

  Hacer hincapié: Insistir en algo de lo que se afirma, recalcar una idea. La palabra hincapié, está formada por el verbo hincar ("apoyar una cosa en otra como para clavarla") y el vocablo pie, es decir que equivale a apoyar el pie.

  Hacer la pata ancha: Podría provenir de la expresión porteña copar la parada, propia del juego de naipes, por la que se admite la posibilidad de responder por una apuesta; aplicada en la vida cotidiana, tiene un significado similar.

  Hacer la pera: Incumplir, dejar a alguien esperando.

  Hacer la vista gorda: Significa no querer ver algo, fingirse ciego, cuando en realidad uno ha observado todo perfectamente.

  Hacer leña del árbol caído: Aprovecharse de la desgracia ajena para caer sobre alguien y agravar más aún el castigo recibido o la desgracia sufrida por esa persona.

  Hacer oídos sordos: No querer escuchar, no prestar atención, sobre todo cuando se trata de quejas o reclamos de una persona.

  Hacer pucheros: Es el típico gesto que hacen los niños antes de largarse a llorar. Aparentemente, la expresión proviene de la época de los romanos, en la que solían besar a los niños levantándolos por las orejas, igual que levantaban las ollas que contenían el puchero, tomándolas de las asas. Esta acción provocaba dolor y llanto en los pequeños, quienes lo expresaban con esa inconfundible mueca.

  Hacer rancho aparte: Alejarse del resto una o más personas y permanecer aislados. El rancho es la comida que suele darse a los soldados y a los presos, por lo que la expresión alude a los soldados que preferían comer apartados de sus compañeros.

  Hacerle la cama a alguien: Preparar una trampa para provocar que una persona caiga en ella. Según algunos, el término cama sería una interpretación de "sepulcro".

  Hacerle morder el polvo a alguien: Vencer, derrotar física o espiritualmente a alguien, humillarlo. El modismo se basa en un antiguo rito de los caballeros del Medioevo quienes, cuando se sentían mortalmente heridos en batalla, tomaban un puñado de tierra y lo mordían simbólicamente, a la manera de un postrer beso a la madre Tierra.

  Hacerse añicos: Literalmente, equivale a "quedar destrozado"; en sentido figurado, se aplica a la persona que está física o moralmente destruida. El término añicos proviene del árabe y designa los pequeños pedazos o piezas en que se divide una cosa que se rompe.

  Hacerse el chancho rengo: Disimular, fingir un defecto que no se tiene, sobre todo, para eludir la responsabilidad de una tarea o trabajo encomendado.

  Hacerse el remolón: Intentar evitar o dilatar la realización de una tarea que nos fue encomendada y que no es de nuestro agrado. La palabra remolón quiere decir "flojo, perezoso".

  Hacerse el tonto: Disimular, tratar de pasar inadvertido.

  Hacerse humo: Evadirse, escapar de una situación antes que enfrentarla; desaparecer como lo hace el humo en la atmósfera.

  Hallarse en estado interesante: Es una forma elegante de decir que una mujer está embarazada.

  Harina de otro costal: El costal es la bolsa en la que se guarda la harina antes de ser transportada al lugar de distribución para su venta. La expresión se usa, en la conversación, para diferenciar claramente un tema de otro.

  Hasta aquí llegó mi amor: Frase terminante que se utiliza para expresar el enojo de alguien por una situación que se ha tornado insostenible. Con ella, quien la dice anticipa su propósito de abandonar un lugar, un emprendimiento, un trabajo.

  Hasta que la muerte nos separe: Frase que establece la indisolubilidad del sacramento del matrimonio y que integra la fórmula del ritual que en la Iglesia Católica pronuncia el sacerdote y en otras, los propios contrayentes. La locución se basa en una frase bíblica (Mateos, 10, 9) que dice el celebrante: Que el hombre no separe lo que ha unido Dios.

  Hasta que las velas no ardan: Hasta muy tarde. Todos sabemos que las velas suelen arder por muchas horas, incluso toda una noche, por eso, la locución quiere expresar la idea de una larga duración, como cuando se habla de reuniones festivas, de entretenimientos o jornadas de trabajo muy intensas.

  Hay gato encerrado: Existir una causa o razón oculta o secreta, que permite sospechar la presencia de manejos espurios. El origen parece ser una costumbre de la Edad Media, por la que solían confeccionarse monederos hechos en cuero de gato, que se llevaban ocultos entre las ropas (de ahí, lo de "encerrado").

  Hay mentiras piadosas: Dicen que no hay nada más desagradable que la mentira; sin embargo, en algunos casos -enfermedades terminales, delicadas situaciones con niños- suele hacerse uso de lo que se llama «mentiras piadosas», o sea, mentiras que tienen una justificación.

  Hay que comer para vivir y no vivir para comer: Viejo aforismo de la "Rethorica ad Herennium", de Cicerón, dedicado a quienes creen que en la vida sólo hay que pensar en comer y comer, en lugar de usar la comida como una forma de alimentar el organismo para seguir vivos.

  Hay ropa tendida: Su origen es el argot carcelario y originariamente, cuando los reclusos estaban conversando sobre algún tema que era solamente de su incumbencia y no querían que los guardas se enterasen, al acercarse alguno de los vigilantes, decían ojo... hay ropa tendida, dando a entender que era el momento de cambiar de tema. Con el tiempo, el dicho pasó al uso popular y suele utilizárselo como llamada al silencio o a la discreción cuando, en medio de una reunión donde se hallan niños o personas de cierta sensibilidad, alguno de ellos pudieran escandalizarse por lo que podría ser dicho en ese momento.

  Haz el bien sin mirar a quién: Las obras buenas deben hacerse desinteresadamente.

  Hecha la ley, hecha la trampa: Así como casi todas las reglas tienen su excepción, las leyes padecen la existencia de un recurso que permite el incumplimiento de la norma legal. Por lo general, la frase se aplica para justificar la falta de ceñimiento a una disposición.

  Hecho un cascajo: Estar físicamente impresentable, decrépito. Como la palabra cascajo define todo lo que resulta de la rotura o restos de cualquier elemento (piedras, ladrillos; cáscaras de frutas secas; vajilla; muebles viejos, etc.), la comparación es válida.

  Hilar fino: Analizar con sumo cuidado, sin perder ningún detalle de lo que se está tratando, como si uno estuviera realmente hilando de esa manera.

  Hogar, dulce hogar: Famosa frase traducida del inglés, tomada del estribillo de la canción compuesta por el autor neoyorquino Howard Payne, incluida en el musical La doncella de Milán.

  Hombre prevenido vale por dos: La persona que obra con precaución lleva ventaja sobre la que no lo hace.

  Hoy por ti; mañana por mí: Frase que se usa a manera de acuerdo espontáneo y por la cual el que solicita ayuda de alguien, promete retribuir el favor de la misma manera cuando le sea requerido.

  Hueso duro de roer: A la manera de los animales que roen huesos para alimentarse, el hombre aplica este dicho para justificar lo difícil de una situación.

  Hundirse el barco: Pasar por una situación muy delicada, como cuando realmente se hunde una nave.

  Hablar por boca de ganso: Si usted, estimado lector, supone que este dicho tiene que ver con el animal que todo conocemos como ganso... se equivoca. Antiguamente, los hijos de los nobles y de los ricos eran formados y educados por una especie de monitor o ayo llamado, precisamente, ganso. Estos gansos o ayos ejercían una función educativa y pedagógica, por lo general rígida y dogmática, es decir, algo equivalente a lo que hoy llamamos "enseñanza enciclopedista". De manera que, los niños repetían casi memoriosa y literalmente lo que habían escuchado de boca del ganso, y como casualmente estos gansos solían caminar por los caminos de palacio seguidos por los niños en fila india -tal como marchan los gansos con sus crías- la tradición popular se encargó de acuñar la frase hablar por boca de ganso, para dar a entender que alguien repite lo que otro ha dicho, como si fuera propio, pero sin el correspondiente discernimiento. Otro factor que ayudó a confundir el "ganso-ayo" con el "ganso-animal" es el hecho de que el ganso es un animal que tiene fama de tonto, ya sea por su escasa inteligencia o por el sonido de su voz gutural, elementos que han dado origen a la expresión "la risa abunda en la boca de los gansos", generalmente aplicada a la persona que se ríe tonta y constantemente, sin motivo.

  Hacer Capitán Araña: Hubo una época, en que la agitación emancipadora desencadenada en los territorios españoles de ultramar, obligó al gobierno a reclutar grandes cantidades de hombres de la Península, para hacer frente a aquellos movimientos de insurrección. Una de las figuras de ese reclutamiento iba a ser -sin duda- un tal Capitán Arana o Araña, personaje de origen oscuro, pero que llegó a desempeñar su tarea con diligencia y eficacia extraordinarias. Pero, sucedió que a la hora de embarcarse él mismo, desapareció como tragado por la tierra. El hecho despertó los más variados comentarios y, desde entonces, la expresión ser (o hacer de) Capitán Araña, que embarca a otros y él se escapa, se aplica para calificar la conducta de quien, tras inducir a otros a realizar una tarea dificultosa, personalmente se abstrae de participar del trabajo.

  Hacerse agua la boca: Es por todos sabido que la presencia de un manjar apetitoso no sólo despierta el deseo de saborearlo, sino que activa de manera automática la secreción de las glándulas salivales, ubicadas en nuestra boca. Tanto es así, que a veces, la sola mención de un plato determinado es suficiente para producir ese efecto; y lo mismo sucede cuando estamos presenciando una película o un programa de televisión y en la pantalla se nos presenta un delicioso platillo: automáticamente, nuestras glándulas salivales comienzan a secretar su líquido. Este fenómeno que más de una vez hemos experimentado, da origen a la frase que metafóricamente utilizamos para aludir a algo que nos produce esa sensación de saborear cierto manjar. Pero, atención, la expresión hacerse agua la boca no se limita a la ingestión y saboreo de una comida, sino que se extiende al sentido figurado y suele aplicárselo en referencia a un hecho muy deseado y de inminente realización, aunque no tenga relación alguna con la comida.

  Hay (o no hay) moros en la costa: La historia relata que, durante varios siglos el Levante español (la zona mediterránea que abarca Valencia y Murcia) fue objeto de frecuentes invasiones por parte de los piratas berberiscos (habitantes de la región noroeste de África, entre el Mediterráneo y el Sahara). Los pueblos que vivían en la ribera, a causa de ello, se encontraban en constante zozobra y para prevenir el peligro, se levantaron a lo largo de la costa numerosas atalayas de mampostería ciega, a las que se ascendía por medio de escalas de cuerda que luego eran retiradas. Desde lo alto de esas torres se vigilaba el ancho horizonte y, no bien se avizoraban las velas de las naves berberiscas, el centinela de turno comenzaba a gritar: "¡hay moros en la costa!". Sonaba entonces la campana, se encendían las hogueras de señal y la gente - alertada- se preparaba para la defensa. El sistema perduró hasta muchos años después, cuando se firmó la paz con los reyes de Berbería, pero el proverbial grito de ¡hay moros en la costa! pasó a ser expresión de uso familiar para advertir a alguien sobre la presencia de quien representa cierto peligro, o bien no conviene que escuche algo de lo que estamos diciendo. En sentido opuesto, se usa la expresión antónima no hay moros en la costa, para dar a entender que no existe peligro inminente para una persona que debe realizar determinada tarea.

  Herrar o quitar el banco: Cuenta la leyenda (¿o la historia?) que un herrero obtuvo cierta vez, a través del pedido de un permiso especial a sus vecinos, el privilegio de instalar sus elementos de trabajo -potro, bramadero, etcétera- en medio de la calle. Pero después, por razones que se desconocen, aunque se supone que debido a la distracción que le causaba permanecer casi todo el día en medio de la calle, el buen hombre no ejercía su profesión, con lo cual, sin rendir ninguna utilidad a la sociedad, los pesados aparejos seguían entorpeciendo la circulación por la calle de la población. Por supuesto, esta actitud irritó a los vecinos quienes finalmente acabaron por conminar al artesano a herrar o quitar el banco, frase que se hizo proverbial para señalar cualquier disyuntiva en virtud de la cual una persona es obligada a cumplir con los deberes de un cargo o función, o bien, a renunciar a ello.