Calle Ciruela

COMERCIOS Y TIENDAS DE CIUDAD REAL EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

CALLE CIRUELA

Estamos llegando casi al final del objetivo que nos proponemos al iniciar esta serie de referencias al Comercio del antiguo Ciudad Real, actualizándolas al momento presente, con el fin de que esta pequeña historia de nuestra capital pudiera servir, el día de mañana, para hacer una más amplia y detallada, al mismo tiempo que quienes no llegaron a conocer el antiguo Comercio y la primitiva y pequeña industria local, pueda tener ocasión de comparar entre aquello y esto de hoy. Evidente que el Comercio ha ganado mucho en algunas de sus ramas -tejidos (la confección casi no se conocía a principios de siglo), zapatería, muebles, perfumería- pero ha perdido en algunas de sus otras actividades. Otra de las actividades que ha sufrido notable transformación ha sido la hosteleria, en el sentido de una proliferación de establecimientos, desde la más lujosa cafetería, pasando por el bar corriente que se ha mantenido más o menos, hasta la típica taberna y aún la que guarda reminiscencias de bodega, si bien han proliferado los "pub", por aquello de subir un poco los precios de las consumiciones. En cuanto a hoteles, tan solo se mantiene uno de los tres existentes en la primera mitad de siglo, el antiguo Grand Hotel de la calle Cuchillería, que dirigió muchos años la familia Richard, y que luego fue cambiando de nombre -Gran Hotel sin la "d", Hotel España y ahora Alfonso X el Sabio pero ya con categoría de hostal-, mientras desaparecían el Pizarroso y el Miracielos, ambos en la calle de la Paloma. Hoy tenemos en Ciudad Real tres establecimientos hoteleros, que cubren las necesidades normales de hospedaje: Castillos Hotel, en la avenida del Rey Santo, Hotel "El Molino", al principio de la carretera de Carrión, y el Hotel Almanzor, que es el más moderno de ellos. Claro es que si comparamos la población de Ciudad Real en aquella época, en la que no llegaba a los veinte mil habitantes, con la de hoy, en que supera los cincuenta mil, hay que convenir que no hemos aumentado mucho en la rama de hosteleria, si bien en la de restaurantes el desaparecido "Covadonga" de la calle de la Feria, ha sido sustituido y mejorado por los hoy existentes, como el "Miami Park", "La Mancha", "Casablanca", "Torreón", "Castilla", "España" y alguno más, si bien hay que considerar que antes los comedores de los antiguos hoteles y el Gran Casino contaban con alta concurrencia, que hoy se desparrama por los establecimientos de restauración citados, aparte haber cambiado no poco las costumbres en cuanto a salir a comer fuera de casa, en relación también con la falta de servicio doméstico.

Y vamos a entrar en materia y referirnos a la calle de Ciruela, que cambió su nombre por el de Alfonso X el Sabio durante unas décadas, hasta que la Corporación Municipal, hace unos cuatro años, se decidió restablecer a esta principal vía su antiguo nombre y dar el del fundador de Ciudad Real a la avenida del Imperio. Y ya que ha salido el nombre del rey Alfonso el Sabio, consignemos que hasta últimos de la década de los sesenta no se le había hecho la debida justicia por los regidores de la ciudad, fecha en que fue instaurada su estatua, obra del paisano Joaquin García Donaire, en el centro de la Plaza Mayor, por acertada iniciativa del entonces alcalde Luis Martinez, hombre de acuerdos trascendentales para engrandecer Ciudad Real, pero al mismo tiempo cuidador de detalles y sugerencias que a veces hacen tanta falta como aquellos para la buena marcha de un pueblo, y este de dedicar un monumento al rey fundador de la Villa Real primitiva fue un acierto completo y la reparación de un olvido imperdonable por quienes pasaron con anterioridad por el Municipio. ¿0 es que no estamos contentos y ufanos de ser nacidos en Ciudad Real quienes aquí vimos la primera luz o de vivir en la capital manchega los residencianos en ella buen número de años, a los que de veras consideramos tan culipardos como los bautizados en cualquiera de las parroquias capitalinas o en la catedral?.

La calle de Ciruela era una de las más principales de la capital en las primeras décadas del siglo XX; esta calle es la que conduce a la estación de ferrocarril y la que principalmente era obligada bajada a la ciudad -incluso en coche de tracción animal, como los que tenían los primitivos hoteles, o de motor- por quienes en aquel entonces utilizaban el tren como medio principalísimo para viajar. Sin duda se le dió este nombre de Ciruela por llamarse así también una de las puertas de la villa real desde siglos ha, acceso al camino que conduce a la aldea del mismo nombre en las proximidades de la hoy carretera de Fuensanta, Aldea del Rey y La Calzada, que debía tener un núcleo importante de vecinos, por las veces que se cita en referencias históricas de la época.

Esta calle fue la primera que se adoquinó en Ciudad Real, y ello fue por una circunstancia puramente casual, en la que tuvo no poca "culpa" un periodista. Don Julián Morales Ruiz, Julianito Morales como cariñosamente se le conocía por todos que era a la sazón director de un periódico humorístico que se editaba en Ciudad Real, con el titulo de "Perogullo". Corría el año 1916 y la calle se encontraba intransitable, pues en realidad más parecía un mal camino que una calle, hasta el punto que de tramo en tramo y de acera a acera, existían unos pasos de piedra o losas grandes .para poderla cruzar. Un buen día, apareció en la portada del citado "Perogrullo" un dibujo que figuraba el automóvil de don Diego Pizarroso, recientemente adquirido para el servicio de viajeros a la estación férrea desde su hotel, envuelto en una verdadera nube de polvo, que no dejaba ver ni al coche ni a los transeuntes, y esta fue sin duda la primera piedra del futuro adoquinado, pues tanto al gobernador civil, don Juan de Urquia Redecilla, como al propio dueño del hotel, aquello les picó en lomás vivo y determinaron resolverlo.

La intervención del gobernador civil fue decisiva, pues con motivo de las ferias de agosto, los casinos y círculos de recreo de Ciudad Real solicitaron de su autoridad el preceptivo permiso para que funcionara el juego en los días feriados, pues en realidad no estaba autorizado sino tolerado en determinadas circunstancias y fechas, como estas de carácter festivo, en tos que se desplazaban a la capital muchas personas de la provincia y hasta de algún limítrofe para probar la suerte en el juego. Los productos o tantos por ciento del "tapete verde" servían para arreglar no pocas cosas, como subvención a las corridas de toros, ayudas a la beneficencia local o provincial, etc. y esta fue la ocasión que aprovechó el señor Urquia para lograr subvencionar el importe de las obras de adoquinado de la calle de Ciruela sin tener que desembolsar nadie un céntimo, pues la obra se hizo, y en poco tiempo, gracias a los beneficios del tolerado juego de la ruleta, el bacatal o el monte, según la categoría de cada centro recreativo. Posteriormente fue preciso adoquinar de nuevo tan principal vía, que soportaba mucho tráfico rodado, principalmente por causa de los grandes carretones para el transporte de mercancias de la estación, tirados hasta por una reata de cuatro animales. Este segundo adoquinado se realizó a últimos de la década de los 40, siendo alcalde don José Navas Aguirre, pero naturalmente los fondos invertidos en el pago de la obra fueron de muy distinto origen.

Aunque la primera edificación es la antigua residencia de los padres de la Compañía de Jesús, que fundara el P. Angel Ayala. La parte del edificio de dos plantas que daba a la calle de Ciruela, estuvo dedicada buen número de años, en la planta baja, a local de la Congregación Mariana, con las secciones de "luises" y "estanislaos", separados por la diferencia de edades, que allí tenían su biblioteca, juegos recreativos, etc. Al ser expulsados los jesuitas de Ciudad Real, como de toda España, en los años de la República, y sus bienes incautados, parte del piso principal de la calle fue destinado a viviendas. Edificado sobre una buena parte del solar de la antigua residencia un moderno edificio por la empresa García del Castillo, un gran local del piso bajo fue ocupado por la Sucursal del Banco de Vizcaya.

La casa siguiente, número 4, tuvo en la planta baja, buen número de años, un establecimiento de tejidos y pañería, propiedad de Ángel Pérez y su socio Emiliano. En 1942 fue ocupada por la Delegación de Zeltia y el Matadero de Mérida, la primera dedicada a productos relacionados con el campo y la ganadería y el segundo a lo que su nombre indica. Desde 1960 fue Delegación de Celta Agraria S.A. y Cooper Zeltia S.A. y al frente de la misma estuvo hasta su jubilación don Federico Montoya Blanco, persona activa y muy popular no sólo como agente comercial de estas empresas sino también como concejal que fue en los años 60. Más tarde fue demolido el antiguo inmueble y construido un moderno edificio con locales comerciales en el bajo.

La casa número 6, dedicada a viviendas particulares, al construirse otro moderno edificio, de buen tono urbano, fueron dedicados los bajos a locales comerciales, cosa lógica dado el mucho paso de personas por esta céntrica calle. En ellos se instalaron los establecimientos de Antonio de Gracia Alba, dedicado a artículos de caza y pesca en general, con toda clase de útiles propios de estos apasionantes deportes, y el dedicado a asistencia técnica de radio y televisión, denominado comercialmente "Inter".

El número 8, casa particular muchos años, tuvo en su interior un gran taller de carpintería y al frente de él un hombre muy trabajador, Ramón Prado Astilleros, muy devoto de la Virgen del Prado y de Jesús Nazareno, como tantas personas de Ciudad Real. Ramón Prado no faltaba ningún año acompañando la carroza, a las dos salidas procesionales de la imagen de Jesús, el Domingo de Pasión y en la noche del Jueves Santo. Posteriormente y sin prescindir de la carpintería, instaló en el bajo una funeraria, que luego continuó su hijo Valentín Prado y que en la actualidad se halla en el número 24 de Ronda de Alarcos. En el mismo inmueble estuvo la Gestoría de don Honorio García Jiménez, más conocida con el nombre de Gestoría Ferreyol, por ser este el segundo apellido de su padre, hombre muy popular por su actividad de cobranza de contribuciones e impuestos, que permaneció muchos años en la brecha y al término de la guerra civil importante colaborador en la Delegación Provincial de Auxilio Social. Igualmente estuvo en este edificio el establecimiento "Sport", propiedad del señor Villaseñor, dedicado a artículos de señora y mercería en general.

En el número 10, ya esquina a Tinte, durante muchos años estuvo instalada la Pensión Merino, que gozaba de merecida fama por su magnífica atención a los huéspedes, la mayoría de ellos estables y funcionarios del Estado, en distintos departamentos, y era sabido que siempre había peticiones de otros que deseaban instalarse en dicha pensión y que se tardaba en poderlos complacer. En otro piso del principal, en las dos primeras décadas, tuvo su domicilio y bufete el abogado don Tomás Martínez Ramírez, que posteriormente vivió en la calle de Calatrava. En la planta baja estuvo bastantes años la Academia "Idiomas Alarcos".

Cruzada la calle del Tinte, en el número 12, hay que recordar la fonda de Fabián Suñé, las dependencias de la Jefatura de Agronómica y más recientemente la tapicería Donoso, así como la peluquería del maestro Espadas y la herboristería "Nuestra Señora del Prado". En el 14 estuvieron la AutoEscuela Ignacio, luego trasladada a la Ronda de Alarcos, y la armería de Julio, ya desaparecida, mientras en el 16 estuvieron instaladas bastante tiempo las oficinas de la Jefatura de Industria. Estos tres inmuebles fueron demolidos no hace muchos años y en sus respectivos solares se han construido nuevos edificios, que han contribuido al ensanche tanto de la calle Ciruela como la del Tinte.

En el número 18 estuvo el "Hogar RENFE", que aunque principalmente era para sus asociados, también se celebraban bodas, bautizos y fiestas familiares; la desaparecida Carnicería de Molina; los Almacenes "Jarlins", propiedad de Rivas y González con gran variedad de artículos para mayor y detall y especialmente en juguetería. No debemos dejar de consignar la extinguida Cooperativa Ferroviaria, que mantuvo muchos años una gran actividad comercial, con dependientes tan conocidos como Eduardo Serrano y Emilio Rodríguez y a cuyo frente se hallaba el señor Quiñones. También estuvo, por los años 12 y 13, la Recaudación de Contribuciones, antes de su traslado a la calle de Toledo.

El edificio número 22, amplio y viejo caserón que da exactamente frente al antiguo callejón del Hospicio, tuvo en su planta principal buen número de años la Delegación de Hacienda de la provincia, cuando no tenía la importancia que ahora y por tanto el número de funcionarios era bastante menor. Recordamos nombres como los de Montipuente, Peña, Corrales, Fallego, Trenado, Valencia, Barriopedro, Mora, etc., hasta que construido el edificio del Banesto, pasó a ocupar las plantas y primera en la plaza del Pilar. Todavía, con muchos achaques, se mantiene en pie el viejo caserón, en cuya planta baja estuvo el establecimiento Casa Trujillo, de saneamiento y suministro de butano, y en el interior el taller de fontanería de Santiago Hernández, después trasladado a la calle Záncara, 5. Las oficinas de Hacienda ocuparon el principal las dependencias del Tribunal Tutelar de Menores, la Pensión Coloma y alguna vivienda particular. En este inmueble estuvieron también las primeras oficinas de las Mutualidades y Montepíos Laborales.

En el 24 estuvo la carpintería de Paco León y en la planta baja una taberna-bar con el nombre de "El Huracán". En el 28, finca conocida por la casa de Policarpo Núñez, con tres plantas, ocuparon la baja buen número de años, las dependencias de la Casa Ajuria, de maquinaria agrícola, y a cuyo frente estuvieron mucho tiempo don Froilán Sáinz-Bravo y don Pedro Sánchez Cruzado, que más tarde se trasladaron a la calle de General Rey, en el inmueble construido al ser demolida la llamada "Casa de la Torrecilla". También estuvo hasta su posterior traslado a la avenida de Alarcos 10, la Sastrería "Style", así como un establecimiento de papeles pintados y decoración, dirigido por los hermanos Torroba.

En la finca siguiente hubo un modesto taller de compostura de calzado, un establecimiento de la acreditada marca de máquinas de coser y bordar "Sigma", y el almacén al por mayor de "Anfe", bajo la dirección de Antonio Domenech Leal, especializado en géneros de punto y confecciones.

Así llegamos al número 34, en el que vivió mucho tiempo la popular barquillera Ventura Martínez, viuda del popularísimo Hilario, también modesto industrial de la golosina, a cuyo bolsillo iban a parar no pocas de las perras chicas o gordas de los niños de Ciudad Real allá por los años del 15 al 30. ¡,Quién de aquel entonces no recuerda a Hilario en la puerta del Instituto de Segunda Enseñanza -que así se llamaba el centro de la calle de Caballeros- y por las tardes en la primera farola del paseo del Prado, dando frente a la Academia General de Enseñanza, o junto al arco del Ayuntamiento, en Carlos Vázquez, cuando era jornada festiva o tiempo de vacaciones?. Hilario, dotado de una memoria prodigiosa para recordarnos todas las pequeñas deudas, acumuladas de 10 en 10 céntimos. Estaba especializado tanto en barquillos como en "patatas" que eran una especie de caramelos pinchados en un palillo, en algunos de los cuales se solía encontrar una pequeña moneda de plata de 50 céntimos, hallazgo que era alegremente celebrado por el afortunado y sus amigos, yendo dicho importe, indefectiblemente, a parar a los bolsillos del barquillero tras unas vueltas a la rueda de la suerte.

En el 36, casa particular, con la peluquería de señoras "Agueda", y en el 40, como la anterior propiedad del señor Alcarazo, pero en esta y ya hace muchos años, existía un taller dedicado a la compostura de relojes, propiedad del artesano conocido por el nombre de Tio Rufairo, persona muy seria y formal y que tenia estereotipada, al entregar la "mercancía", la famosa frase: Tome señor, el reloj arreglado y las piezas que han sobrado. En estas casas también recordamos otras oficinas anteriores de la Jefatura de Industria, a cuyo frente se hallaba por entonces el ingeniero don Joaquín Hernández, presidente que fue del Deportivo Manchego, y que vivió algún tiempo en el número 28 de esta misma calle.

Por esta altura hubo un establecimiento de material eléctrico de los señores Mathinot y Paissa, este último, muy pulcro y moderno en el vestir, que marchó después de Ciudad Real, donde era muy estimado. También hubo unas oficinas de seguros, de la compañía "Finisterre". Y para terminar la acera de los pares de la calle de Ciruela, hacemos caso omiso de dos o tres caserones, algunos de ellos todavía en pie, para decir que en la misma esquina, con vuelta al paseo de Cisneros, hoy ronda de Ciruela, estuvo el bar Goya, punto de reunión y lonja de contratación de portes de tracción de sangre -en los años 30 y 40- y alguna cena que otra.

Estamos ya en la puerta de Ciruela, entrada oficial a Ciudad Real, como tradicionalmente se recuerda. En la fachada del penúltimo inmueble de la calle figuraba una lápida en la que podía leerse: CIUDAD REAL. Capital de Provincia. Puerta y calle de Ciruela. Es por este acceso a la ciudad por donde, a partir del año 15, hicieron su entrada los cuatro últimos prelados de la Diócesis Priorato, ya difuntos. Tomamos las fechas del libro "Notas históricas sobre la Virgen del Prado", del maestro nacional Hermenegildo Gómez Moreno. La entrada oficial del Dr. D. Francisco Javier Irastorza y Loínaz tuvo lugar el 31 de enero de 1915; la de su sucesor, el prelado mártir, Dr. D. Narciso de Estenaga y Echevarría, el 12 de agosto de 1923, casi víspera de la fiesta de la Patrona; el primer obispo después de la guerra, el navarro don Emeterio Echevarría y Barrena, el 18 de abril de 1942; y su sucesor, el Dr. D. Juan Hervás y Benet, el 15 de mayo de 1955.

Desde esta explanada, que la RENFE ha mejorado en su aspecto urbano, como principal acceso a la estación del ferrocarril, nos vamos a la acera de los impares, que se inicia en el mismo Pilar. En el número 1, como ya señalamos al hacer referencia a esta plaza, estuvo la farmacia de don Marino Fernández Arias, hoy de D' J. Martín de la Torre, y anteriormente la sucursal del Banco Español de Crédito. Además de la farmacia hay en la actualidad una tienda de confecciones para niños con el nombre de "El Bebé", la drogueria-perfumeria "El Pilar", propiedad de doña Juana Fernández García y una administración de lotería.

En el número 4, que mantuvo un largo expediente de ruina, estuvo muchos años la famosa fotografía de Rubio, con la galería de arte en la última planta, y en la casa siguiente, hasta no hace demasiado tiempo, la confitería de Facundo Ruiz, sucesor de Tarsilo, famoso confitero ciudarrealeño, especializado en tortas y dulces finos, en especial las capuchinas.

La casa número 7 fue el domicilio particular de don Eduardo Martín Moreno, en cuyo solar se levantó un moderno edificio por los años 70, muy bien construido, y en el número 9, durante varios lustros, estuvo la casa de Banca de Pedro Martín Moreno, a quien sucedieron don Eduardo y don Rafael Martín Moreno, bajo la razón social de "Nietos de Pedro Martín Moreno". Muy posteriormente esta casa de Banca dio paso al Banco de Bilbao, que se trasladó más tarde a la plaza del Pilar, donde hoy está el Popular y antes de que se construyera el actual edificio. En esta misma planta baja de la calle de Ciruela estuvieron, hasta hace unos años, las oficinas de Tabacalera, S.A.

En el número siguiente estuvieron el domicilio social del "Juman Club", asociación juvenil de tipo cultural y recreativo, y el establecimiento de don Fernando Navarrete, de máquinas de escribir, calcular, sumaderas y repuestos para las mismas, que se trasladó al pasaje de Gutiérrez Ortega, al ser demolido el inmueble para levantar otro de varias plantas. En el 13 estuvo "La Madrileña", fábrica de patatas fritas, cortezas de cerdo y otras especialidades para aperitivos. La Casa Maroto tuvo uno de sus establecimientos en el número 17, dedicado al ramo de electricidad en alta y baja tensión. En el 19, un laboratorio de análisis clínicos de los licenciados Crespo-Urrero, y en este edificio tuvo muchos años su consulta el Dr. don Felipe Fernández, de grata memoria.

El 21 contaba con un establecimiento dedicado a máquinas de escribir, reparaciones, etc., propiedad de Jesús Peral y una tienda de comestibles de Julián Patiño y en el 23 el primitivo establecimiento de Hermanos Novoa. En la casa número 25 cabe mencionar, entre otras, las siguientes actividades comerciales: Establecimiento de comestibles de Carlos Prado, la primitiva Cooperativa Ferroviaria, salón de peluquería en comunidad, primeras oficinas del Instituto Nacional de Previsión y establecimiento de muebles de Juan de Dios Imedio. En este inmueble, esquina al callejón del Hospicio, que luego se llamara calle de José Ruiz de la Hermosa, estuvo hasta el año 1936 la Casa del Pueblo, con el Partido Socialista y su central sindical U.G.T.

En el 31 estuvo la bodega de Julián Ráez, conocido por el "Cojo el barbero" y después jamonería "El Serón". A continuación y en la misma casa tenia la barbería-peluquería, después atendida por sus nietos Faustino y Mano Ráez, así como una peluquería de señoras a cargo de una bizniet, llamada Mari Luz, de gran simpatía. La peluquería de caballeros era más conocida por la barbería de Agurio, hermano de los antes citados, hombre muy popular y del que se cuentan buen número de anécdotas, algunas relacionadas con el carnaval. Seguía la sastrería Domínguez especialista en trajes a medida y géneros de buena calidad. Hasta fechas más recientes estuvo allí el establecimiento de Bernabeu Gimeno, dedicado a la venta de repuestos de automóvil y que después se trasladó a la calle de Ramón y Cajal, 11.

En el 35 estuvieron las oficinas de la Delegación de Auxilio Social y después la Sociedad Abonos Meden y Previsiones Reunidos, entidad aseguradora. En el 5 i recordamos la sastrería de Quintanilla, desaparecida hace bastantes años y después los coloniales y mercería "Río de la Plata", propiedad de José Ruiz Collado. El 39 fue el domicilio de don Gumersindo Sánchez, en donde hace muchos años estuvieron instaladas las oficinas de la fábrica de abonos de "Lisardo Sánchez y Hermanos", cuyo depósito se hallaba en la ronda de Granada.

En el 41 estuvo mucho tiempo la firma comercial de Fernando Carnicer, con la denominación "Destilerías Manchegas", fabricantes, entre otros licores, del acreditado anis "Flor de la Mancha", teniendo un gran surtido de bebidas. En esta casa tuvo su agencia de transportes, pero de tracción de sangre, el popular Escamilla.

En el 47, la pensión-restaurante Cascorro, con servicios muy esmerados y precios asequibles a todas las economías. Y ya en el 49, finalizando la calle y también la cuesta, que no es pequeña, el bar "Noche y Día", muy concurrido y acreditado, que antes estuvo con el nombre de "Cascorro" y por los años 20 una taberna-bar llamada "La Verdad", donde podía adquirirse la prensa de Madrid, dada su proximidad a la estación de ferrocarril.

Antes de terminar esta referencia a la calle de ciruela, queremos consignar un verso que salió de los mismos vates que otros ya publicados. Dice así:

Al salir de la estación

te encuentras con "La Verdad"

donde se sirven comidas

y expenden "La Libertad".

Por diestra y siniestra vez

el Paseo de Cisneros,

con el cuartel de los guardias

y Lozano el jabonero.

La cuarteta hacia referencia al cuartel de la Guardia Civil, que estuvo bastantes años ya al final del paseo con vuelta a la antigua carretera de Miguelturra, hoy paseo de Carlos Eraña, y en otro inmueble contiguo una fábrica de jabones - había por entonces varias en Ciudad Real-, propiedad del citado Lozano.